miércoles, 1 de agosto de 2007

...a un amigo azul...



El viejo lobo, ese de todas las edades, un día mordió el cielo.
Ese día, en el que aún era niño, su mirada de lobo azul quedó incrustada en el patio de la casa de infancia, hipnotizado por los cuentos que venían a contarle los espíritus, los niños imaginarios, los árboles, las piedras, duendes, hadas de sol y el viento que traía los secretos del mundo:
- Las luciérnagas en tren; los rayos de sol desarmándose en el agua; el canto de la lluvia y su grito desgarrado; el aroma de la cáscara terrestre seca; el viaje de la luz; su escape violento; mariposas vicerales y mariposas brillantes que abundan en el mar...
El lobo azul ha mordido el cielo desde niño, los ojos del viento han sido sus ojos, y la punta húmeda de su nariz aparece tras una nube, sus labios tibios y tímidos, se abren para probar el exquisito bocado, mas, al dar la mordida cae en cuenta de su altura cósmica, pues mirando hacia abajo lo alto se hace profundo, más intensa la distancia, más intenso el vértigo interminable al que se hace adicto de inmediato. Así este lobo azul y silencioso aprende a construir su propio vértigo.

-Tal es su enamorado y obsesivo deseo- y viaja y vaga por las fronteras perdidas del sonido vertiginoso que como un hechicero mágico destina a nacer con sus dedos apuntando en dirección oeste.

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